martes, 27 de julio de 2021

UN PASEO POR SAN AGUSTÍN DE LAS CUEVAS (CENTRO DE TLALPAN)

San Agustín de las Cuevas, hoy Centro de Tlalpan, fue uno de los pueblos más pintorescos e importantes al sur de la Ciudad de México, junto con Coyoacán. Sus calles son hermosas, empedradas y llenas de historia que contar. 

Tlalpan está cerca del centro comercial Perisur y de Plaza Cuicuilco, así como de la zona arqueológica del mismo nombre, cerca de la ENAH, entre Insurgentes Sur y Calzada de Tlalpan. La Avenida San Fernando conecta ambas avenidas y es la calle principal para entrar al centro de Tlalpan.


Algunos de los pobladores más antiguos de San Agustín de las Cuevas lo conocen, entre otros nombres, como el pequeño Vaticano, porque en él se establecieron conventos, seminarios, la Universidad Pontificia, sanatorios y hospitales. No resulta extraño ver enormes predios que ocuparon las huertas que, antaño, caracterizaron a Tlalpan, poblado situado en las faldas del cerro del Ajusco.



TLALPAN PREHISPÁNICO

Tlalpan se localiza en las faldas del Ajusco, una de las más altas montañas del Valle de México. Su nombre proviene del náhuatl “tlalli “tierra y “pan”, sobre, esto es, "lugar de tierra firme", designado así para diferenciarse de Xochimilco y Tenochtitlán quienes se encontraban sobre islotes. Aquí se desarrolló una de las primeras civilizaciones del Valle de México cuyos restos son apenas visibles en las enigmáticas ruinas circulares de Cuicuilco.

Los historiadores ubican el desarrollo de Cuicuilco entre los años 900 y 500 a.C. Sus habitantes se dedicaban a la agricultura, y fueron avanzados en la construcción de canales de riego y terrazas. La población desapareció después de la erupción del volcán de Xitle, ubicado cerca del Ajusco.

Corría el año 76 dC cuando un pequeño volcán, el Xitle, comenzó a expulsar violentamente flujos de lava, con una temperatura de mil grados centígrados, que se deslizó por las laderas de la sierra a una velocidad de 10 metros por minuto. Durante cuatro años se fue enfriando: primero las capas superiores, mientras en el interior continuaba el movimiento y paulatinamente se iba solidificando; los gases contenidos buscaban la salida dejando porosidades, grietas y cavernas en las enormes planchas rocosas. De ahí el nombre de San Agustín de las Cuevas, con el que se bautizó a la zona siglos más tarde y que ahora conocemos como Tlalpan.

TLALPAN VIRREINAL

Tlalpan, lugar de Tierra Firme del Valle de Anáhuac, cuenta con una historia amplia, en la que destacan las Fiestas de San Agustín de las Cuevas, nombre que el 28 de agosto de 1645, fue asignado a esta demarcación, debido a que ese día se celebra el santo del mismo nombre. Así mismo, las cuevas que la explosión del Xitle dejó en la zona, dieron apellidos a San Agustín y se conoce con los nombres de Gallinazo, Aile, Diablo, Monja, Tzoncuicuilco, Jazmín y Pedro el Negro. 


Estas cuevas que rodeaban a Tlalpan, estaban llenas de misterio y de anécdotas, por ejemplo, eran lugares en donde se escondían las gavillas de los asaltantes, de los viajeros que se atrevían a cruzar por el Mal País, como le llamaban al Pedregal. Además, algunas de ellas aún conservaban algunas obras de arte, como la de la Monja en que existen pesebres de mampostería, construidos probablemente por los insurgentes.


¿Por qué son famosas las Fiestas de San Agustín?

La feria que conmemoraba al Santo Patrono, llegó a ser una de las más famosas y concurridas, por sus bailes populares, fiestas de carnaval, palenques, juegos de azar, peleas de gallos, charreadas, serenatas con estudiantina, misas, ferias, venta de antojitos mexicanos, procesiones de los barrios del Centro de Tlalpan, aprox 10: Niño Jesús; San Fernando; El Calvario; San Marcos; La Conchita ; La fama, La Santísima ; La Joya ; San Pedrito y Peña Pobre, entre otros.

En esta Fiesta, celebrada anualmente durante tres días, la abundancia de oro y plata era admirada por los extranjeros que visitaban México quienes se asombraban de la facilidad con que se perdían y ganaban fortunas inmensas, prestigio y hasta esposas. Antonio López de Santa Anna, entre otros muchos personajes históricos, la convirtió en su favorita porque pudo satisfacer su afición desmedida por el juego. De tal suerte que en 1845 el juego adquirió proporciones tan alarmantes que el Gobierno del Estado de México, al cual pertenecía Tlalpan prohibió este tipo de actividad, misma que se reinició en 1853.

Esta Feria, también llamada de la Pascua del Espíritu Santo, fue considerada por las familias de México como un acontecimiento de la mayor importancia. Todos los carruajes, diligencias, ómnibus y hasta los carretones eran ocupados, las calles centrales se llenaban de vehículos de transporte, la multitud de personas y niños arribaban desde las seis de la mañana, la concurrencia era más considerable desde el tercer día, en que la calzada se llenaba con casi todos los vecinos de la capital.

En el interior de las diligencias y ómnibus que conducían viajeros a San Agustín de las Cuevas siempre había alegría jolgorio y regocijo. Al llegar a Tlalpan, y mientras los garitos, los visitantes disfrutaban de un paseo por las calles de Tlalpan o tomaban la comida en la que reinaba la más cordial alegría, el gozo se reflejaba en todos los semblantes de quienes bebían el cognac, el kirsch y el anisete.

Después de almorzar, los paseantes se dirigían al monte, diversión principal y casi exclusiva de la fiesta, que duraba ocho días. Los concurrentes salían de un garito para entrar a otro y muchos, después de las apuestas se quedaban sin recursos para comer o regresar. 

Mientras los ávidos jugadores dispendían sus fortunas, las señoras concurrían en las mañanas a las peleas de gallos, en la tarde al paseo del Calvario, con su capilla pintoresca. Por la noche, se dirigían a los bailes en donde se tendía una elegante sillería.

En la Plaza se improvisaba bajo tiendas de campaña, neverías, cafés, vendimias, juegos de dados de cartas y carcamanes para los visitantes. 
La fiesta se celebraba, además con grandes funciones de Iglesia con repiques, cohetes y chirimías. En la extensa plaza se instalaban fondas, neverías, hospedajes y tiendas por todas partes; carcamanes y ruletas, bisbis y bolitas de colores, juegos en todas sus multiplicadas combinaciones y trampas. El lugar se adornaba profusamente, banderas en las pulquerías y cantinas; tiras de heno de azotea a azotea, con anuncios de todas clases. 

En las afueras de la población, y bajo los árboles o entre los jacales, asnos, caballos, coches bombé y carretones con toldo, sonecitos del Jarabe, el "Dormido", el "Perico" y el "Aferrado". Se veían escenas de gozo general: frente a un puesto de enchiladas, una pareja bebiendo chínguere, bailaba "Los Enanos".

Así pasaba la famosa temporada de Pascua en Tlalpan, la cual tuvo modificaciones diversas, hasta que en los últimos años se invitaron a participar en la celebración, a grupos artísticos de alto nivel. Desde entonces, las fiestas también se realizan en diversos pueblos, barrios y colonias de la Delegación , a fin de propiciar la integración, la participación y la identidad de los habitantes de la demarcación.

TLALPAN XIX Y XX

Esta actividad industrial generó fuentes de trabajo y dieron una fructífera vida a la zona que estaba rodeada de haciendas y ranchos que tenían fama por sus productos. Había barrios que los lugareños identificaban como especialmente productores de ciertas frutas. En el de Chilapa se cosechaban nuez, membrillo, zapote blanco y una pequeña pera conocida como de "San Juan", de sabor intenso. En el de la Fama las peras eran de mayor tamaño y distinto sabor y se diferenciaban de las enormes de otros barrios, conocidas como pera "gamboa". Eran muy codiciadas las ciruelas de color rojo oscuro, muy dulces, del rumbo de la Conchita, en donde también tenían lo suyo los chabacanos, higos y aguacates.


PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN/JARDIN CENTRAL/ ÁRBOL DE LOS AHORCADOS

La Plaza de la Constitución  es el corazón de este mágico lugar. El jardín y su quiosco de techumbre cónica datan de 1872, y sus bancas tradicionales fueron costeadas por los vecinos en 1934. En una de sus esquinas se localiza el árbol de los ahorcados, donde fueron ejecutados en 1865 algunos de los mártires tlalpenses que pelearon contra el segundo imperio de Maximiliano de Habsburgo. Hoy sólo quedan sus restos, junto con una lápida conmemorativa. Alrededor de este arbolado espacio se ubican casi todos los atractivos de Tlalpan, comenzando por su portal, que alojó durante el porfiriato un centro de reunión que contaba con boliche, billar y un pequeño casino, y después una vecindad de 10 o 12 familias; después locales como una mueblería de españoles etc.,  actualmente varios restaurantes ofrecen sus servicios aquí, lo que lo convierte en un sitio ideal para desayunar.



PALACIO DELEGACIONAL

Continuando con la Plaza de la Constitución como referencia, en su costado sur encontrarás el antiguo Palacio Municipal, hoy edificio delegacional, de fines del siglo XIX. En su amplio pórtico destacan excelentes murales que aportan valiosa información sobre el devenir histórico de Tlalpan, por lo que vale la pena observarlos detenidamente.

Construido a fines del siglo XIX, fue un diseño a cargo del

Arquitecto Antonio Rivas Mercado.  En 1987 se pintó un mural

sobre la historia de Tlalpan al interior de los portales. Construido a finales del siglo XIX, tiene un magnífico mural de 70 mts de largo por 5 de alto, que representa la historia del pueblo de Tlalpan. Las imágenes relatan el establecimiento de los primeros habitantes del Valle de México en Cuicuilco; pasando por la época de la Colonia, cuando Tlalpan fue un lugar de descanso visitado por los Virreyes, y por Sor Juana Inés de la Cruz, quien acompañaba a la Marquesa de Mancera; así como las famosas ferias de Tlalpan del s. XIX. 


IGLESIA  Y CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DE LAS CUEVAS

Fue erigido por los franciscanos en la segunda mitad del siglo XVI; sin embargo, los dominicos se hicieron cargo del conjunto. La sencillez de la portada no refleja la categoría de su interior, concebido en tres naves de tipo basilical. El retablo mayor fue consumido por un incendio en 1898 y en su lugar se encuentra un altar de mármol de una pieza proveniente del pueblo de Santo Tomás Ajusco y un retablo moderno con una pintura del siglo XVIII.

La primera edificación parroquial fue una pequeña iglesia cuya construcción se inició alrededor de 1532, hoy en día es la Capilla del Rosario que esta situado al lado Sur del Altar Mayor de la parroquia. Un siglo después, entre 1637 y 1647, el actual templo se construyó por los Frailes Franciscanos en el lugar donde habría estado el Hospicio de los Frailes Dominicos. Es una construcción con fachada del siglo XVII, que ya ha sido restaurada en varias ocasiones; actualmente cuenta con un Bautisterio, una Capilla dedicada a la Virgen del Rosario, parte de lo que fue el Convento y su atrio. Hoy en día es la casa que alberga a San Agustín de las Cuevas, Santo Patrono de Tlalpan que es festejado cada 28 de agosto por la comunidad tlalpense.

La iglesia de San Agustín de las Cuevas fue fundada por frailes dominicos el 28 de agosto de 1547, día de San Agustín, que se convirtió en el patrono de Tlalpan. La fachada de la iglesia es de estilo barroco; tiene dos grandes columnas salomónicas que lamentablemente han recibido un mantenimiento incorrecto. Hacia finales del siglo XIX, el altar original, dedicado a San Agustín, fue destruido por un incendio. Actualmente es un altar muy sencillo. Bajo las bóvedas del crucero están la capilla del Santísimo, la del Sagrado Corazón y la capilla de la Virgen del Rosario, que tiene un retablo barroco estípite y es lo mejor de este lugar por lo que toca a manifestaciones artísticas. En la sacristía se conserva una colección de cuadros anónimos virreinales, entre los que destaca la vida de san Juan Nepomuceno, patrono de los sacerdotes, muerto por defender el derecho del secreto de confesión. Hay también ahí una serie de esculturas de santos y vírgenes tallados en madera entre los siglos XVI y XIX.


El claustro ha perdido la mayor parte de sus formas originales, debido a varias modificaciones impropias. Conserva la fuente central, adornada con azulejos de Talavera, en muy mal estado.

Tiene tres capillas anexas: la de la Virgen del rosario, que es la más importante, conserva su retablo dorado del siglo XVIII.

Otra capilla es la dedicada al Sagrado Corazón, data del siglo XVIII; su cubierta es de bóveda con lunetos, y tiene un retablo de madera que estuvo colocado algunos años en el altar mayor, actualmente solo conserva su estructura, a la cual se le han colocado imagenes de reciente factura. En la fecha en que se paso el retablo a esta capilla se descubrio un altar de piedra que, probablemente data del siglo XVIII. La otra capilla esta dedicada al Santisimo y conserva un pequeño Cristo de marfil.

La más reciente restauracion fue en 1975.


MONASTERIO.  Terminó 1647. Franciscanos y dominicos. Alojó al seminario conciliar.

Leyenda. El fraile del Viejo claustro.

La insigne parroquia de Tlalpan, San Agustín de las Cuevas tiene uno de los más antiguos registros históricos documentales.

Con la publicación del Inventario del Acervo del Archivo Histórico de la parroquia de San Agustín de las Cuevas se logró rescatar y poner al alcance de historiadores e investigadores un fondo documental que compendia casi 400 años de información sacramental y cultural de una de las más tradicionales comunidades de México al sur de su capital: Tlalpan.

 María Teresa Suárez, etnohistoriadora y coordinadora del trabajo de rescate y registro del archivo parroquial de San Agustín, explica en entrevista que el acervo se compone de 349 volúmenes principalmente de libros sacramentales, disciplinas y documentos testimoniales de los párrocos del lugar. El documento más antiguo data de 1614, se trata de informaciones sobre licencias matrimoniales.

—¿Qué es los especial de un acervo histórico como el de San Agustín?

—Se trata de documentos que datan de hace 400 años, en donde se reconstruye la historia religiosa y civil de Tlalpan: hay registros sacramentales y de los habitantes del lugar como indios, mestizos y españoles. Entre otros documentos importantes, se encuentra el registro de una Visita Pastoral del obispo en el siglo XVIII, las informaciones públicas de 1821 para que entre la gente se difundiera la Independencia de México, la noticia de la abolición de las castas para los registros sacramentales en México de 1824, las instrucciones sobre los procedimientos por las Leyes de Reforma, el testimonial de la bendición del Camposanto de San Marcos (20 de noviembre) en 1875, etcétera.

Además, la especialista refiere que en los documentos hay testimoniales del maltrato sobre las castas y muy especialmente a las mujeres, en donde se evidencia ya una violencia por género desde el siglo XVIII, el cual fue denunciado y atendido por los frailes y curas.

María Teresa Suárez presentó el pasado 24 de agosto el Inventario Documental del rescate del acervo documental parroquial del templo de San Agustín de las Cuevas. El inventario es de veinte cuartillas, fue prologado por el investigador Juan Manuel Pérez Cevallos y presentado por el P. Juan Carlos Casas, coord. de la cátedra de Historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de México y la maestra Berenise Bravo Rubio, profesora investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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